En ninguna manera
POR JOHN MACAHRTUR
Una lección acerca de la justicia y la gracia
¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera
Romanos : 14
¿Alguna vez ha pensado en el fuerte contraste entre Judas Iscariote y el ladrón en la cruz? Uno era un discípulo cercano de Jesucristo e invirtió tres años de su vida en la mejor y más intensa instrucción religiosa disponible en cualquier lugar. Sin embargo, perdió su alma para siempre.
El otro era un endurecido criminal de toda la vida que todavía se burlaba de todo lo santo, mientras moría por sus crímenes. Pero él fue directamente al paraíso para la diferencia entre estos dos hombres no podría ser más pronunciada ni podían finalizar las historias de sus vidas de manera más sorprendente. Judas
era un discípulo de Cristo en el círculo más cercano de los doce. Predicó. evangelizó, ministró e incluso se le dio poder de «sanar enfermedades»
(Lucas 9.1). Parecía un modelo de discípulo. Cuando Jesús predijo que uno de los doce lo traicionaría, nadie señaló con sospecha a Judas. Confiaban tanto en él que los otros discípulos lo habían hecho su tesorero (Juan 13.29).
Ellos evidentemente no vieron nada en su carácter o actitud que pareciera cuestionable, mucho menos diabólico. Pero él traicionó a Cristo, puso fin a su propia vida miserable mediante el suicidio y entró en la condenación eterna cargado de culpa horrible. Las palabras de Cristo acerca de él en Marcos 14.21 son escalofriantes: «¡Ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido».
El ladrón en la cruz, por el contrario, era un criminal de carrera, un malhechor lo bastante peligroso que había sido condenado a morir en la forma más lenta y más dolorosa de pena capital conocida. Se le llama un «ladrón» en Mateo 27.38, usando una palabra griega que significa un bandido o un salteador de caminos. Él estaba siendo crucificado con un malhechor lo bastante peligroso que había sido condenado a morir en la forma más lenta y más dolorosa de pena capital conocida. Se le llama un Mateo 27.38, usando una palabra griega que significa un a salteador de caminos. Él estaba siendo crucificado con un compañero. Ambos fueron originalmente programados para ser ejecutados junto con Barrabás, un insurrecto y asesino (Lucas 23.19). Todo eso indica que él era parte de una pandilla de despiadados rufianes que robaban con violencia y vivían sin ley, sino según sus propias pasiones. Él era claramente
despiadado, miserable y agresivo, ya que, en las primeras horas de la crucifixión, tanto él como su compañero de delitos se burlaron y maldijeron a Jesús junto con la multitud (Mateo 27.44). Pero viendo ese ladrón a Jesús morir en silencio,
«angustiado […] afligido, no abrió su boca; como corderofue llevado al matadero»(Isaías 53.7), el criminal endurecido tuvo un notable cambio de último minuto de corazón. Literalmente en los últimos instantes de su miserable vida terrenal, confesó su pecado (Lucas 23.41); pronunció una sencilla oración: «Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (v. 42) y entró ese mismo día en el paraíso (v. 43), vestido de justicia perfecta, sin toda su pesada culpa y completamente pagada por Cristo.
Los que piensan que el cielo es una recompensa por hacer el bien podrían protestar que esto era lanzar la justicia por la ventana. El ladrón no había hecho absolutamente nada para merecer el cielo. Si es posible perdonar a un hombre de forma tan completa en los últimos momentos de una vida miserable de grave pecado, no sería también adecuado para que un de traición como el de Judas fuera cancelado (o mitigado) sobre la base de cualquier buena obra que había hecho mientras siguió a Cristo por tres años Las personas de vez en cuando plantean cuestiones por el estilo.
La Internet está llena de comentarios y artículos que dan a entender que Judas fue tratado injustamente o juzgado con demasiada severidad. El propio Judas parecía ser la clase de persona que se mantiene al tanto de tales asuntos. Por ejemplo, él protestó cuando María ungió los pies de Jesús con un perfume costoso.
Él conocía el valor exacto del ungüento (igual a un año de salario) y se quejó: «¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?» (Juan 12.5). Sin duda, también habría pensado que la gracia que Jesús mostró al ladrón era demasiado exagerada. Las personas que han dedicado sus vidas a la religión a veces parecen resentirse cuando Dios se acerca y bondadosamente redime a alguien a quien ellas consideran indigno del favor divino. Lo que necesitamos tener en cuenta es que todas las personas son totalmente indignas. Nadie merece el favor de Dios.
Todos somos pecadores culpables que merecemos nada más que la condenación. Nadie que ha pecado tiene derecho a alguna justa reclamación de la bondad de Dios.
En cambio, Dios tiene todo el derecho de mostrar misericordia y compasión a quien Él quiera (Éxodo 33.19). Por otra parte, cuando Él muestra misericordia siempre lo hace en rica abundancia. Como le dijo a Moisés, El es «¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares,que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado» (34.6-7). Las personas que protestan que Dios es injusto cuando Él muestra la gracia a las personas que menos se la merecen, simplemente no entienden el principio de la gracia. La justicia plena significaría la muerte inmediata de todos los pecadores, porque «la paga del pecado es muerte» (Romanos 6.23).
La verdad es que realmente no queremos lo que es «justo». Todos necesitamos con urgencia la gracia y la misericordia. Por otro lado, la gracia no es injusta, porque Cristo hizo plena expiación por los pecados de aquellos que confían en El, y de esta manera volvió la justicia a su favor. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1.9, énfasis añadido).
Debido a que Cristo tomó sobre sí mismo el castigo del pecado, Dios puede justificar a pecadores creyentes (incluso pecadores notorios como el ladrón en la cruz) sin comprometer su propia justicia. «Él sea [a la vez] el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Romanos 3.26).
Si Dios muestra misericordia a un vil ladrón en sus estertores de muerte al tiempo que condena a alguien con una trayectoria religiosa como Judas, «¿qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera» (Romanos 9.14). Dios «de quien quiere, tiene misericordia» (v. 18).
La misericordia de Dios nunca se debe considerar como una recompensa por las buenas obras. El cielo no es un premio para las personas que se lo merecen. Dios «justifica al impio» (Romanos 4.5). La gracia es, por definición, inmerecida. Pero no es injusta. No trate de someter la gracia de Dios a las nociones infantiles sobre el juego limpio y la equidad. Nadie puede reclamarle algo a la misericordia de Dios.
Él es perfectamente libre para dispensar su gracia como le parezca adecuado. Así le dijo a Moisés: «Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca» (Romanos 9.15). En Mateo 20.1-15, Jesús narra una parábola que ilustra estos principios Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña.
Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupado? Le dijeron:
Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. El, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?
Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti ¡No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Tal como todas las parábolas, esta tiene como objetivo enseñar una profunda verdad espiritual. Jesús no está considerando leyes justas de trabajo, salario mínimo, equidad en nuestras relaciones comerciales cualquier otro principio terrenal.
Él está describiendo cómo funciona la gracia en la esfera donde gobierna Dios. Esta parábola pertenece al ministerio tardío de Cristo, cuando Él estaba ministrando en Perea, al este del río Jordán, frente a Jericó.
Esta fue la misma región en la que el ministerio de Juan el Bautista había florecido. Jesús se había retirado allí después de que algunos jefes de los fariseos trataron de prenderle (Juan 10.39-40). Las semanas que pasó en Perea fueron de las más fructíferas de su ministerio terrenal.
La zona era un desierto estéril, pero una multitud vino a escuchar a Jesús de toda Galilea y Judea. «Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo queJuan dijo de éste, era verdad. Y muchos creyeron en él alli» (vv. 41-42). La parábola de la viña nos presenta a «un hombre, padre de familia». La palabra en el texto griego es oikodespotes (de oikos, que significa «casa», y despotes, que significa «gobernante»).
Cuando este señor de la casa pregunta: «¿No me es licito hacer lo que quiero con lo mío?» indica que el dinero que se pagó a los trabajadores pertenecía a él (Mateo 20.15). El versículo 8 lo llama «el señor de la viña» y que era una finca de tamaño considerable para requerir tantos trabajadores para ayudar con la cosecha.
Así que este era un hombre de gran influencia y riqueza. Las multitudes escuchando a Jesús estaban muy familiarizadas con los viñedos. Vastas regiones de Israel estaban cubiertas de vides bien ordenadas que crecían en terrazas. La tierra de Israel tiene dos tipos de tierras agrícolas: llanuras y laderas de montañas.
Las mesetas y áreas planas extensas eran utilizadas para el cultivo de granos o el pastoreo de ganado, y las laderas más empinadas eran hábilmente preparadas en terrazas para la plantación de viñedos.
Este era un trabajo difícil porque las terrazas tenían que ser afirmadas con piedras, que había que llevar y colocar en su lugar a mano. Cualquier tierra buena para sembrar que se requería también tenía que ser llevada por las laderas empinadas sobre los hombros de los hombres o con bestias de carga.
Las uvas eran plantadas en la primavera y podadas durante el verano. La cosecha era una temporada muy corta cerca del final de septiembre. La temporada de lluvias comenzaba inmediatamente después de esto. Así que el tiempo de la cosecha era agitado, porque la cosecha tenía que recogerse antes de que llegaran las lluvias. El propietario necesita ayuda adicional durante la cosecha. Por lo tanto, se fue al mercado para contratar a jornaleros. Este era el lugar más público en el pueblo, y servía de lugar de reunión para los trabajadores cuya única esperanza de empleo era el trabajo temporal no
calificado. El versículo uno dice que el propietario de la tierra salió temprano en la mañana, sin duda, antes de las seis de la mañana, cuando comenzaba la
jornada de trabajo de doce horas. Los salarios de los jornaleros eran notoriamente más bajos que el estándar para un empleado a tiempo completo o sirviente doméstico, que era alrededor de un denario al día. El denario era una moneda romana de plata que contenía poco menos de cuatro gramos de plata. Era la paga de un día típico de un soldado que servia en el ejército romano, y era un salario digno. (El nombre denario deriva de una palabra latina que significa «diez», debido a que el valor original de la moneda era equivalente al valor de diez asnos) Claro que un peón común y sin habilidades especiales podría ser contratado por una pequeña fracción de esto, ya que él no estaba en posición para también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo (Mateo 20.7). En otra parte, Jesús afirma: «El obrero es digno de su salario» (Lucas 10.7;1 Timoteo 5.18).
Este era un principio estricto de la ley de Moisés: «No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana» (Levítico 19.13). Esta regla se aplicaba en particular a los pobres y jornaleros: «No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida; para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado»(Deuteronomio24.14-15).
Este hacendado era un hombre honorable, fiel a los preceptos de la ley deDios, y «cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros» (Mateo 20.8, énfasis añadido).
Es significativo que le dio instrucciones al mayordomo para que pagara a los trabajadores en orden inverso. El contexto inmediato indica que esta es la clave para entender el significado de la parábola, y en breve veremos por qué. Pero por ahora,observe que los hombres en el frente de la línea habían trabajado solo una hora. Los que estaban al final de la línea habían trabajado doce. Sin embargo, al mayordomo comenzar a distribuir la paga, los que había trabajado por menos tiempo «recibieron cada uno un denario». Ellos recibieron el salario de un día completo en la escala salarial de un soldado a cambio de solo una hora de mano de obra no calificada. Deben de haber se sentido extremadamente agradecidos por la generosidad del dueño de la viña.Sin duda, los hombres al final de la fila se les estarían haciendo la boca agua.
Según sus cálculos, el propietario de la viña se había comprometido apagar un denario la hora. Deben haber asumido que en el momento en que llegara a ellos, iban a recibir doce días de salario.
Continuara.
PASO EN CRISTO
¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en
Dios? En de ninguna manera
-Romanos 9.14 ¿Alguna vez ha pensado en el fuerte contraste entre Judas Iscariote
y el ladrón en la cruz? Uno era un discípulo cercano de Jesucristo e
invirtió tres años de su vida en la mejor y más intensa instrucción religiosa
disponible en cualquier lugar. Sin embargo, perdió su alma para siempre. El
otro era un endurecido criminal de toda la vida que todavía se burlaba de todo
lo santo, mientras moría por sus crímenes. Pero él fue directamente al paraíso
para la diferencia entre estos dos hombres no podría ser más pronunciada ni podían
finalizar las historias de sus vidas de manera más sorprendente. Judas
era un discípulo de Cristo en el círculo más
cercano de los doce. Predicó. evangelizó, ministró e incluso se le dio poder de
«sanar enfermedades»
(Lucas 9.1). Parecía un
modelo de discípulo. Cuando Jesús predijo que uno de los doce lo traicionaría,
nadie señaló con sospecha a Judas. Confiaban tanto en él que los otros
discípulos lo habían hecho su tesorero (Juan 13.29). Ellos evidentemente
no vieron nada en su carácter o actitud que pareciera cuestionable, mucho menos
diabólico. Pero él traicionó a Cristo, puso fin a
su propia vida miserable mediante el suicidio
y entró en la condenación
eterna cargado de culpa horrible. Las palabras
de Cristo acerca de él en Marcos 14.21 son escalofriantes: «¡Ay de
aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese
hombre no haber nacido».
El ladrón en la cruz, por el contrario, era un
criminal de carrera, un malhechor lo bastante peligroso que había sido
condenado a morir en la forma más lenta y más dolorosa de pena capital
conocida. Se le llama un «ladrón» en Mateo 27.38, usando una
palabra griega que significa un bandido o un salteador de caminos. Él estaba
siendo crucificado con un malhechor lo bastante peligroso que había sido
condenado a morir en la forma más lenta y más dolorosa de pena capital
conocida. Se le llama un Mateo 27.38, usando una palabra griega que
significa un a salteador de caminos. Él estaba siendo crucificado con un
compañero. Ambos fueron originalmente
programados para ser ejecutados junto con Barrabás, un insurrecto y asesino
(Lucas 23.19). Todo eso indica
que él era parte de una pandilla de
despiadados rufianes que robaban con
violencia y vivían sin ley, sino según sus
propias pasiones. Él era claramente